23 de junio de 2009

LA MASACRE DE SAN JUAN.





EDITORIAL QHANA PAIS
Por : Arturo Archondo.
LAPAZ - BOLIVIA
La Masacre de San Juan.
Los soldados se desplazaron por los cerros circundantes, alrededor de las 4 de la madrugada, y llegaron hasta la población de Siglo XX.
Entraron sigilosos y sorprendieron a los mineros que festejaban la noche de San Juan, junto a las fogatas.
Y provocaron la masacre.
No miraron si eran hombres o mujeres, o si eran viejos, jóvenes o niños.
Simplemente dispararon, y fueron dejando los cuerpos tendidos, en medio de gritos de dolor y de terror, aquella noche del 23 de junio de 1967, hace 32 años.
Tiempo después las informaciones hablarían de 82 muertos, 200 heridos y más de 400 detenidos, y la historia bautizaría aquella matanza como la Masacre de San Juan.
Soldados bien armados que sorprendieron y dispararon a mansalva contra trabajadores mineros y contra la población civil del distrito minero de
Siglo XX.
Los historiadores hablan de que al día siguiente iba a cumplirse un ampliado de los trabajadores, y que en el mismo se iba a emitir un voto de apoyo a la lucha que, en esa época, libraba la guerrilla del Ché Guevara, y que esa era una medida inadmisible para el gobierno del General René Barrientos Ortuño, conocido por su odio visceral contra el comunismo.
Los mineros, con una clarísima conciencia de clase anti imperialista, miraban con simpatía a la guerrilla y eso, para el General Barrientos, era un pecado tan grave que sólo se debía pagar con sangre.
Antes de esa matanza, la política del General Barrientos había consistido en provocaciones permanentes contra los mineros.
Buscaba irritarlos de cualquier manera para que hubiese una reacción y para tener, así, un pretexto para actuar contra ellos.
Barrientos comenzó por rebajar el salario de los mineros en un 40 por ciento.
Después aprobó un nuevo Código de Minería que quitaba al Estado el monopolio en la comercialización de minerales comenzado, de esa manera, un proceso de desnacionalización de la Corporación Minera de Bolivia.
Decretó luego un Estado de Sitio y despidió a casi 500 trabajadores de las minas, desterrando a 140 y descabezando los sindicatos.
Cuando iba a detener al dirigente Juan Camacho, las mujeres formaron un cerco humano para defenderlo.
Barrientos no tuvo empacho en ordenar que se disparase contra las mujeres.
Los mineros organizaron una gran marcha de protesta y entonces se ordenó a los militares que, a su retorno, los esperaran en el socavón.
Sin embargo, alguien les avisó de la emboscada, y eso decidió a los trabajadores a tomar otro rumbo.
Enfurecido por verse burlado de ese modo, Barrientos ordenó que la aviación bombardeara las minas.
Según relato de Domitila de Chungara, en el libro "Si me permiten hablar", los heridos no cabían en los hospitales.
Su largo rosario de represión contra los mineros terminó, pues, con la masacre de San Juan.
Barrientos Ortuño, entre otras de sus estrategias para imponer un régimen de extrema derecha, había establecido el Pacto Militar Campesino.
Le interesaba mantener al campesinado alejado de la política, porque entendía que si el hombre del campo comenzaba a pensar sobre las causas de su pobreza, terminaría desarrollando, como los mineros, una conciencia social que, de manera natural, lo llevaría también a luchar contra el imperio.
"No tienen que escuchar a los comunistas, les decía Barrientos a los campesinos, hablándoles en quechua, no les tienen que escuchar porque los comunistas les van a quitar sus tierras".
Este militar de tendencia criminal como todo fascista, fue entrenado en la Escuela de las Américas que funcionaba en Panamá bajo la administración de los Estados Unidos.
En 1952, había sido copiloto de la nave que trajo a Bolivia a Víctor Paz Estensoro, líder del MNR, cuando triunfó la Revolución Nacional.
Posteriormente fue vicepresidente del mismo Paz Estensoro, en su tercer periodo, y le juró lealtad hasta un día antes de darle el golpe de Estado con el que se hizo del poder junto al General Alfredo Ovando Candia.
A partir de ahí se inicia su historia de represión y ensangrentamiento del pueblo.
Para que nadie se atreviera a contradecir otras medidas destinadas a aniquilar al movimiento popular, René Barrientos Ortuño había planeado declararse dictador llegando, inclusive, a redactar un decreto donde clausuraba el Congreso y asumía la totalidad de los poderes en el país.
Un día antes de que dicho decreto fuera emitido, Barrientos murió al estrellarse su helicóptero.
Es indudable que, en este momento, este militar debe seguir rindiendo cuentas por los crímenes que cometió y por el dolor que ocasionó a miles de familias del pueblo boliviano, sólo para defender los intereses de los poderosos. .

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